
Lo que más me desespera de esta condena es la inmovilidad del paisaje. O, mejor dicho, su inalterabilidad. Supone un grave castigo despertarte siempre con el mismo descampado en el horizonte. Rastrojos amarillos agarrados con vieja rabia a la tierra, esta maldita tierra de sequedad inabarcable. Parece mentira que, a lo largo de la historia, haya millones de personas orgullosas de su pertenencia a este sol, a esta región de fealdad impía. Debe ser consecuencia de la falta de conocimiento: serían capaces de despreciar placeres antes de perder su ración de gachas. Y hubo sangre derramada por la posesión de estas tierras, cuando no se merecen una sola gota de sudor. Sin duda, es causa de la falta de conocimiento. Dime, ¿sabrás leer? ¿Merecerá mi esfuerzo tu lectura? ¿O merecerá tu lectura mi esfuerzo?
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