sábado, 23 de septiembre de 2006

De Koch, Trashorras y El Cartón


Esto que tenéis aquí es el llamado copo de nieve de Koch, espero que comprendáis más o menos su funcionamiento. Lo curioso es que si trazamos una circunferencia que una los tres vértices del triángulo cuando n=0, la figura jamás logrará superar el diámetro de dicha circunferencia, por muchos triangulitos que se vayan añadiendo. Por si alguno de vosotros aún recuerda los límites de matemáticas, tiene algo que ver. Algún día os lo explico con cervezas de por medio. El caso es que esta figura me vino a la cabeza cuando salió a la luz la conversación de Suárez Trashorras que reveló El País hace unos días. Además de dejar en bragas una teoría que llevan dando pábulo un patético calvo que se tapa el cartón de forma lamentable y con extrañas aficiones mingitorias, y un enano coñón gangoso, resentido y retorcido desde hace ya años; además de eso, decía, ha descubierto de forma más o menos directa que todo este andamiaje responde en realidad a una operación comercial que les permita ocupar todo el frente del centro derecha de los medios españoles. Asqueroso y miserable.
Pero lo peor de todo es que los consumidores de esa información contaminada rechazan la evidencia y prefieren lanzarse a saco al fango, liarse la manta a la cabeza y mantener en pie una maquiavélica teoría conspiratoria ya derrumbada, porque no quieren saberse equivocados, malpensados y, peor aún, derrotados.
Y lo cierto es que esta teoría del 11-M puede permitirse el lujo de seguir a pesar de todas las verdades con las que choque. El copo de nieve de Koch que es esta gran mentira puede seguir ocupando el espacio que encierra la circunferencia que se dibujó en Leganés, porque a su público les place conocer más y más conjeturas a pesar de que éstas siempre bordeen el surrealismo. En aquel suicidio colectivo se cerró el grifo de lo que pudiese conocerse, pero dejó un espacio amplio para la especulación que, desde El Mundo y la Cope, llenan con ahínco y sin prisas con ayuda de un paleto como Trashorras, un cretino ruín y esquizofrénico que vendió 200 vivos y que ahora vende y revenderá 200 muertos cuantas veces quiera mientras los adocenados y radicales quieran oírle. Se les cae la baba ante la carne muerta, a los muy animales.

jueves, 14 de septiembre de 2006

De Bendis y sus cosas



Bueno, volvemos a terrenos más friquis; lo siento por algunos de vosotros, pero también he de preocuparme de estas cosillas.
La llegada de Joe Quesada a Marvel cambió de rumbo una editorial que hacía tempo que naufragaba artrítica y anquilosada entre editores incompetentes y guionistas acomodaticios en la estafa que supone el respeto escrupuloso a la continuidad de las historias ya narradas como única credencial ante los lectores más nerds, ruidosos y acríticos, que les aplaudían presa de un conservadurismo un tanto pacato (esto sí que es una frase como Dios manda). No obstante, esta llegada se produjo en dos pasos. El primero fue la cesión de terreno que supuso la creación de Marvel Knights, series un pelín más oscuras que las normales y realizadas por equipos creativos más arriesgados que los originales. El buque insignia de este sello fue el popular Daredevil de Kevin Smith y el propio Quesada. El experimento fue un éxito de ventas (no así tanto de crítica en algunos casos) y en Marvel decidieron tirar la casa por la ventana haciéndole responsable de todas las colecciones de Marvel. Lo primero que hizo, pues, fue fichar al editor estrella de Vertigo, Axel Alonso, que se trajo bajo el brazo a estrellas de la competencia como Garth Ennis, Steve Dillon, Grant Morrison, Frank Quitely o Mark Millar e incluso a autores independientes como David Mack o Brian Michael Bendis. Ahí es nada. Asimismo, se creó el Universo Ultimate, que ha resultado ser el mayor éxito creativo y de ventas de los útimos diez años.
En dicho universo permaneció recluido un tiempo Bendis, refrescando a Spiderman como nadie había logrado desde décadas atrás, así como a los X-Men, tras el paso de Millar. Sólo apareció en en el Universo Marvel tradicional para hacer una saguita pintada por Mack de Daredevil y poco más tarde, por fin, dedicarse a fondo a esta colección con unos resultados que sólo quedan por debajo de aquel Frank Miller del Born Again. Eran números muy dilatados en su desarrollo, pero de una factura impecable. La historia era francamente buena, el modo de llevarla a cabo genial y el dibujo, sucio y furioso, obra de Alex Maleev.
El hecho de trabajar en Ultimate Spiderman y Daredevil no impidió que comenzara una serie pequeña en el nuevo sello adulto de Marvel, MAX, que se titulaba Alias, aunque más tarde derivó a The pulse. En esta colección se cimentó una influencia cada vez mayor de Bendis en todo lo que acontecía en el Universo Marvel, cosa que cristalizó con su llegada a los guiones de Los Vengadores.
Y aquí es donde comienza el llamado por los friquis extremistas Bendisverso. En solo cuatro números este guionista se carga todo el estatus del grupo (y parte de él físicamente hablando). Bien es cierto que no son unos grandes números, pero ha logrado crear una reacción en cadena cuyo final no se otea aún en el horizonte, pero que se prevé descomunal. Desde esos Avengers Disassembled se ha pasado por la creación de los New Avengers (cuán recomendables), el tremendo final de House of M y Decimation hasta, por el momento, Civil War. Y todo por culpa de este hombre, que ha sabido por fin dar dinamismo a todo el conjunto de colecciones Marvel, como un todo orgánico y que, realmente, no sepas adónde va a ir todo a parar. Mientras esos quejicas siguen diciendo que no cuenta nada de información en un solo número y que hay que esperarse a leer un tomo entero para disfrutarlo (me pregunto que haría esta gente a la hora de enfrentarse, pongamos, con un Dostoievski) y que ha entrado en una fase de megalomanía galopante (tan alejada de sus reumáticos guionistas preferidos, encantados de enfrentar una y otra vez a Spiderman contra el Buitre). Pues, por mí, que sigan pataleando.

martes, 5 de septiembre de 2006

La puta que le parió

Bueno, pues ya he visto Alatriste, como el que no quiere la cosa. En parte vi la película porque la protagoniza Viggo, que desde que protagonizó Una historia de violencia me tiene ganado para la causa, en parte porque el personaje y el periodo histórico me tira mucho, en parte porque Pérez-Reverte me tira casi más y me cae de puta madre y además la había recomendado enérgicamente, cosa que nunca había hecho antes con ninguna de las otras adaptaciones que se han hecho de sus novelas (ahora mismo me viene a la cabeza La novena puerta de Polanski y Depp, vaya truño tan inesperado, señores).
Total, que iba predispuesto a que la película me gustara. Y me gustó, pero con matices, con matices que van haciéndose mayores a medida que pasan los días.
Vamos a ver, la recreación que se hace del Madrid de la época es acojonante, de suciedad, mugre y grasa, de príncipes mezclados con mendigos, de vino seco y orín, de mancebías, vidas baratas y prestadas y filos aún más baratos; un buen Madrid, vamos. La iluminación es preciosista, cercana a la de La joven de la perla, como buscando un Velázquez en cada esquina. Las interpretaciones, medidas y correctas en el peor de los casos. En algunas ocasiones (como el final) logra emocionarte. Y Viggo, pues eso, Viggo, que ya es decir mucho. Pero...
Pero no. Cinco volúmenes escritos y otro aún por escribir son muchos para ser cubiertos por una sola película, y la única solución posible a la que puede recurrir Tano Díaz Yanes es la elipsis. Pero una elipsis de la hostia, con perdón. Un abuso de este recurso como nunca he visto antes (la primera novela se la despachan en diez minutillos o así) y que impide que el espectador se enfrasque de veras en la historia, porque cuando un suceso comienza a interesarle hace ya diez minutos que ha terminado. Y, por lo demás, aunque lo intenta, no se consigue nunca dotar a la película de la necesaria espectacularidad (da -mucha- cosa pensar lo que habría hecho con este material un Michael Curtiz, el Kubrick de Barry Lindon, un Patrice Chereau o -¡horror!- un Peter Jackson).
A pesar de todo lo dicho, no podemos negar que es lo máximo que puede dar de sí nuestro cine, que es que no hay más, ni dinero ni talento. Lo que me lleva a plantearos unas cosillas: una, vuestra opinión de la película; dos, por qué se sigue haciendo la sopa boba a los notables bobos del cine español como si fuesen unos lumbreras cuando son incapaces de alumbrar una sola buena idea; y tres, por qué se dice que esta película es la salvación del cine patrio cuando, con su evidente impotencia, no hace más que evidenciar el lastimoso estado de éste. Por supuesto, también podéis aprovechar para insultar al propietario del blog, sana costumbre que ayuda a liberar impurezas y aliviar la tensión facial.