Reconozco que Steven Soderbergh no es uno de mis directores preferidos (aunque me divertí mucho con Ocean's eleven y su faceta como productor me atrae más que la de realizador), pero no suelo tener la oportunidad de hacer fotos a estrellas del cine (como Dios manda, no estoy hablando de Santiagos Seguras) y me ha hecho algo de ilusión verle en faena hoy por las calles de Madrid. Inocente que es uno, ya ves. Eso sí, me ha echado tres miradas en plan killer que no me han gustado nada...
miércoles, 22 de agosto de 2007
miércoles, 1 de agosto de 2007
Musarañas
jueves, 19 de julio de 2007
Dos que se van
Anoche, motivado por una conversación anterior, decidí escuchar con tranquilidad un disco que hacía tiempo que no le prestaba atención. Hacía meses que no visitaba el universo de King Crimson, quizás porque no necesitaba ya su densidad musical, quizás porque estaba un poco saturado de su críptico sentido artístico.
Comencé por el primero, el majetusoso -nunca mejor dicho- In the court of the crimson king (1969), con su aplastante solemnidad, sólo rota por 21st century schizoid man, para luego seguir con el desconcertante Islands (1971), en el que, ya para siempre, King Crimson se convirtió en Robert Fripp y viceversa (aunque luego se añadiría a esta equivalencia Adrian Belew, pero ésa es otra historia). La verdad es que son dos discos totalmente diferentes. Mientras el primero inauguró por sí solo el rock progresivo, el segundo era el reflejo exacto de lo que había supuesto el cambio de formación: las fronteras estilísticas se hacían laxas por momentos, mezclando todo en uno jazz, música sinfónica, rock progresivo, ruidismo... Es, sin duda, la etapa menos conocida del grupo y, con toda seguridad, la más infravalorada. Robert Fripp, Boz Burrell, Peter Sinfield, Ian Wallace y Mel Collins sólo grabaron juntos este disco en estudio, pero su actividad en directo fue portentosa, con directos demoledores basados en unas improvisaciones que emparentaban al grupo con una suerte de jazz excéntrico y pasado de revoluciones.
Mientras escuchaba Islands, la canción, comencé a bucear en Internet en busca de más información acerca de los componentes. Y, justo cuando el tema llegaba al clímax, encontré, para mi sorpresa, que Burrell -bajista y cantante, fundador de Bad Company- y Wallace -batería, que llegaría a grabar varios discos con Bob Dylan- habían muerto en 2006 y 2007, respectivamente (Burrell en su casa de Marbella, para más señas). Justo el tiempo que hacía que yo no escuchaba al grupo. Supongo que es una tontería, pero lo cierto es que enterarme de ello me dio bastante bajón, aunque sólo fuera por pensar en todos los buenos momentos que me ha dado el escuchar su obra.
Creo que no hay mejor homenaje para ambos (a pesar de la tardanza) que poner aquí dos canciones interpretadas por ellos mismos. Sobre todo la primera, Islands, me parece de lo más adecuado. La otra es su interpretación en directo del 21st century schizoid man, el clásico por antonomasia de la banda.
jueves, 17 de mayo de 2007
Sobre el postcine
Ahora resulta que soy un visionario. Como quizás recordéis, hace ya unos cuantos posts os prometí que hablaría de 300 y de su pertenencia a algo que para mí debería ser denominado como postcine. Pues bien, leo ahora que ha salido a la calle una edición en español de Cahiers du cinema, el tochazo intelectualoide por excelencia sobre cine, en el que sus sesudos colaboradores tratan el tema de la llegada del -¿lo adivináis?- postcine. Es más o menos la misma sensación que experimenté cuando escribí un relato del que estaba muy orgulloso y, meses después, supe que era muy semejante a Las ruinas circulares de Borges, que, por supuesto, no había leído en el momento de la escritura. Borges y Cahiers, os tengo en el punto de mira, seréis los primeros en caer cuando llegue al poder.
Pero me desvío. Postcine. Coincidiremos que el cine es un arte más y que, como tal, tendrá muy diversas corrientes a lo largo de su historia, más allá de sus avances tecnológicos (sonido, color…). Y que obras de diferentes épocas no son comparables. Que no sé con qué quedarme, si con un greco o con un dalí, pareciéndome ambos geniales. Algo así ocurre hoy con las películas, por mucho que estos señores se esfuercen en decir lo contrario. La esencia es la misma, pero nada más. Ni la interpretación, ni la dirección, ni el guión, en nada se parecen el cine de hoy y el de ayer, que, por cierto, aún perdura hoy con obras ejemplares (siempre nos quedará Clint). Y ya, de paso, convendría decir que no hay que confundir este postcine con las obras pedantes y huecas de realizadores que en vez de mirar el visor de la cámara se quitan las pelotitas de su cuidado ombligo. Como ocurre en los demás campos del arte, vamos.
Hecha esta aclaración, pasemos a ver algunas de las características que, para mí, puede tener este postcine:
-Autoconsciencia y autorreferencia: el director y el guionista no se esconden ante la cortina que conforma la obra, sino que se ponen al mismo nivel de ésta, miran al espectador a los ojos y le hacen guiños, le recuerdan películas suyas anteriores, le sonríen o le riñen. El Nolan de The Prestige, Von Trier, Fincher y Chan Wook en todos sus films, Cuarón y sus planos secuencia de Hijos de los hombres, la gran Kiss kiss bang bang o el Lynch más marciano son maestros en estas lides.
-Vasos comunicantes con nuevas formas artísticas: aunque muchas veces no son nuevas (cómic) o aún da un poco de grima llamarlas arte (videojuego). Como bien apuntó Dafaka, en el brutal 300 de Snyder la cámara es la misma que la del Viewtiful Joe de Capcom: acelera y ralentiza, se acerca y se aleja, todo en uno. Algo así puede verse también en diferentes momentos de la infravalorada Gangs of New York, de una vaca sagrada como Scorsese. El tramo final de Hijos de los hombres parece un shooter. Fincher, Jonze o Gondry han ennoblecido sus comienzos en el cenagoso mundo del videoclip reinventando la estética del cine, si bien luego sus seguidores han obtenido resultados muy dispares. Y Von Trier, con su trilogía de América, trae el teatro de Brecht al celuloide (ya, lo de celuloide es un decir).
-Dinamitar la estructura narrativa clásica: ¿Planteamiento, nudo y deselance? Fuck you! Ya no se trata de contar historias de atrás para delante, como hizo ese film-declaración que es Memento, sino de mezclar realidades, sueños, obras-dentro-de-obras y personajes. El Shane Carruth de Primer, el Aronofski de The fountain, Nolan, Lynch, Iñárritu, Fincher, Tarantino, Chan Wook y la práctica totalidad de los que han practicado alguna vez este postcine han comprendido que [algunos de] los espectadores están dispuestos a hacer un esfuerzo mental para seguir la historia si el resultado va a ser aún más satisfactorio.
-Reciclaje del arte pulp: donde no pudieron llegar los realizadores de los setenta por escasez de medios o talento, esta tanda de nuevos directores sí que llega. Y les sobra. Y si no, echad un ojo a Tarantino (atención a la inminente Grindhouse) o la nueva hornada de directores de terror como Alexandre Aja (Las colinas tienen ojos), el ya mencionado Zack Snyder (modélica su Amanecer de los muertos) o el Rob Zombie de Los renegados del diablo.
Éstos son sólo unos pocos de los rasgos que caracterizan para mí este postcine. Seguro que podéis añadir algunos más. Y sin leer el Cahiers, que para eso somos tan cojonudos.
PD: si conocéis más de la mitad de las imágenes con las que he hecho el collage de arriba es que habéis hecho los deberes. Así me gusta.
Pero me desvío. Postcine. Coincidiremos que el cine es un arte más y que, como tal, tendrá muy diversas corrientes a lo largo de su historia, más allá de sus avances tecnológicos (sonido, color…). Y que obras de diferentes épocas no son comparables. Que no sé con qué quedarme, si con un greco o con un dalí, pareciéndome ambos geniales. Algo así ocurre hoy con las películas, por mucho que estos señores se esfuercen en decir lo contrario. La esencia es la misma, pero nada más. Ni la interpretación, ni la dirección, ni el guión, en nada se parecen el cine de hoy y el de ayer, que, por cierto, aún perdura hoy con obras ejemplares (siempre nos quedará Clint). Y ya, de paso, convendría decir que no hay que confundir este postcine con las obras pedantes y huecas de realizadores que en vez de mirar el visor de la cámara se quitan las pelotitas de su cuidado ombligo. Como ocurre en los demás campos del arte, vamos.
Hecha esta aclaración, pasemos a ver algunas de las características que, para mí, puede tener este postcine:
-Autoconsciencia y autorreferencia: el director y el guionista no se esconden ante la cortina que conforma la obra, sino que se ponen al mismo nivel de ésta, miran al espectador a los ojos y le hacen guiños, le recuerdan películas suyas anteriores, le sonríen o le riñen. El Nolan de The Prestige, Von Trier, Fincher y Chan Wook en todos sus films, Cuarón y sus planos secuencia de Hijos de los hombres, la gran Kiss kiss bang bang o el Lynch más marciano son maestros en estas lides.
-Vasos comunicantes con nuevas formas artísticas: aunque muchas veces no son nuevas (cómic) o aún da un poco de grima llamarlas arte (videojuego). Como bien apuntó Dafaka, en el brutal 300 de Snyder la cámara es la misma que la del Viewtiful Joe de Capcom: acelera y ralentiza, se acerca y se aleja, todo en uno. Algo así puede verse también en diferentes momentos de la infravalorada Gangs of New York, de una vaca sagrada como Scorsese. El tramo final de Hijos de los hombres parece un shooter. Fincher, Jonze o Gondry han ennoblecido sus comienzos en el cenagoso mundo del videoclip reinventando la estética del cine, si bien luego sus seguidores han obtenido resultados muy dispares. Y Von Trier, con su trilogía de América, trae el teatro de Brecht al celuloide (ya, lo de celuloide es un decir).
-Dinamitar la estructura narrativa clásica: ¿Planteamiento, nudo y deselance? Fuck you! Ya no se trata de contar historias de atrás para delante, como hizo ese film-declaración que es Memento, sino de mezclar realidades, sueños, obras-dentro-de-obras y personajes. El Shane Carruth de Primer, el Aronofski de The fountain, Nolan, Lynch, Iñárritu, Fincher, Tarantino, Chan Wook y la práctica totalidad de los que han practicado alguna vez este postcine han comprendido que [algunos de] los espectadores están dispuestos a hacer un esfuerzo mental para seguir la historia si el resultado va a ser aún más satisfactorio.
-Reciclaje del arte pulp: donde no pudieron llegar los realizadores de los setenta por escasez de medios o talento, esta tanda de nuevos directores sí que llega. Y les sobra. Y si no, echad un ojo a Tarantino (atención a la inminente Grindhouse) o la nueva hornada de directores de terror como Alexandre Aja (Las colinas tienen ojos), el ya mencionado Zack Snyder (modélica su Amanecer de los muertos) o el Rob Zombie de Los renegados del diablo.
Éstos son sólo unos pocos de los rasgos que caracterizan para mí este postcine. Seguro que podéis añadir algunos más. Y sin leer el Cahiers, que para eso somos tan cojonudos.
PD: si conocéis más de la mitad de las imágenes con las que he hecho el collage de arriba es que habéis hecho los deberes. Así me gusta.
martes, 8 de mayo de 2007
Madrid tiene muchas salidas
martes, 24 de abril de 2007
El Juan Palomo de la música
Bueno, con unos días de retraso os pongo por fin el post referente a la tercera pata sobre la que se asienta en la actualidad el rock progresivo. En anteriores textos os he hablado de las variantes místico-burra que representa Tool y de la desparramado-panchita de The Mars Volta, así que nos quedaba hablar de su variante estilosa, ocupada por Steven Wilson.
Y es que este tipo de aquí al lado (retratado de forma sublime por Kaplan) es el cerebro de una serie de formaciones bien variopintas desde las cuales practica y revoluciona este rock progresivo de una forma tan rica en ideas como no se veía desde los tiempos de Robert Fripp.
Podríamos decir que el centro de todo es Porcupine Tree, una banda que comenzó Wilson como único miembro en la escena underground inglesa de los ochenta y en la que se rastreaba una influencia bien clara de unos oscuros Pink Floyd. Letras y melodías alucinadas, como aquel Voyage 34, su segundo LP, consistente en cuatro cortes instrumentales bañados en LSD hasta las cachas, en los que un riff claramente reminiscente del Another brick in the wall iba y venía como la consciencia en pleno viaje psicotrópico. Conforme el éxito fue llegando, Wilson se vio obligado a reclutar miembros para el directo de Porcupine Tree que acabarían formando parte de la banda a tiempo completo.
Y es que este tipo de aquí al lado (retratado de forma sublime por Kaplan) es el cerebro de una serie de formaciones bien variopintas desde las cuales practica y revoluciona este rock progresivo de una forma tan rica en ideas como no se veía desde los tiempos de Robert Fripp.
Podríamos decir que el centro de todo es Porcupine Tree, una banda que comenzó Wilson como único miembro en la escena underground inglesa de los ochenta y en la que se rastreaba una influencia bien clara de unos oscuros Pink Floyd. Letras y melodías alucinadas, como aquel Voyage 34, su segundo LP, consistente en cuatro cortes instrumentales bañados en LSD hasta las cachas, en los que un riff claramente reminiscente del Another brick in the wall iba y venía como la consciencia en pleno viaje psicotrópico. Conforme el éxito fue llegando, Wilson se vio obligado a reclutar miembros para el directo de Porcupine Tree que acabarían formando parte de la banda a tiempo completo.
Su estilo cada vez se va desprendiendo más y más de los manierismos más lamentables del rock psicodélico mientras se empapa de nuevas influencias tan variopintas como el kraut rock de los setenta o, más adelante, el death técnico de grupos como Opeth o Meshuggah, todo ello sin abandonar en ningún momento su estilo propio, con ese aroma tan puramente británico, que le lleva a estar unido "espiritualmente" a otras formaciones como Depeche Mode, los primeros Radiohead, Muse o, si me aprietas, U2.
Esta segunda época, más abierta para los oídos novatos en este estilo, está conformada por irregular (y en sus puntos altos, formidable) Stupid Dream, el perfecto Lightbulb Sun (el nexo entre la etapa psicodélica y la actual), el mediático y perfectísimo In absentia, el más duro Deadwing y el más ambicioso Fear of a blank planet, que acaba de salir estos días y en el que son más patentes que nunca las secuencias del kraut y los riffs asesinos del death.
Por otro lado, conforme su figura se iba haciendo más importante, formó junto con el músico y activista israelí el formidable dúo Blackfield, más orientado al art rock. Y, anteriormente, ya había formado otro -fabuloso- dúo, No-Man, de música ecléctica e intimista con el cantante Tim Bowness, y dos instrumentales, uno de música electrónica, Bass Communion, y otro de kraut rock puro y duro, IEM (Incredible Expanding Mindfuck).
Muchos nombres, demasiada información, pero la verdad es que el tío es un puto genio, qué queréis que os diga. Aquí os dejo algunas cancioncillas para que veáis de que va la vaina. De todos modos os recomendaría que os bajárais In absentia, Deadwing o Fear of a blank planet porque son cojonudos, así como los dos álbumes de Blackfield (no tienen título).
NOTA: si no se reproduce cualquiera de los archivos de música, actualizáis y lo volvéis a intentar, que a veces se quedan trastabillados. Y ojo con la segunda, es larga, pero tiene una parte central que es la leche, escuchadla entera de fondo y veréis cómo os sorprende.
martes, 17 de abril de 2007
Letra para una matanza
Ayer mismo salía el último disco de la banda de la que voy a hablar mañana en este blog, Porcupine Tree. Trata en general sobre la alienación de la juventud. Y ayer mismo, también, iba a salir a la luz el vídeo musical de la canción que da nombre al álbum, Fear of a blank planet. Pero mira tú por dónde, un hijo de puta en Virginia decidió hacer su propia performance de esta letra que ahora os ofrezco. La banda ha dicho que el vídeo tendrá que esperar un tiempo, toda vez que alguien les ha copiado la idea de forma más directa.
¿Realidad superada por la ficción? Lo cierto es que yo ya no sé diferenciar una de otra, qué quieres que te diga, ni sé cuál me asusta más...
FEAR OF A BLANK PLANET
Sunlight comin' through the haze
I've tucked in the blind
to let it inside
The bed is unmade
music still plays
TV, yeah it's always on
A flicker of the screen a movie actress screams
I'm basking in the shit flowing out of it
I'm stoned in the mall again
Terminally bored,
shuffling 'round the stores
and shoplifting is getting so last year's thing
Xbox is a god to me
A finger on the switch,
my mother is a bitch
my father gave up ever tryin' to talk to me
Don't try engaging me
The vaguest of shrugs,
the perscription drugs
You'll never find
a person inside
My face is mogadon
Curiosity
has given up on me
I'm tuning out desires
The pills are on the rise
How can I be sure I'm here?
The pills that I've been taking confuse me
I need to know that someone sees that
There's nothing left I simply am not here
I'm through with pornography
The acting is lame,
the action is tame
Explicitly dull,
arousal annulled
Your mouth should be boarded up
Talking all day
with nothing to say
Your shallow proclamations,
all misinformation
My friend says he wants to die
He's in a band,
they sound like pearl jam
Their clothes are all black,
the music is crap
In school I don't concentrate
And sex is kinda fun,
but just another one
of all the empty ways
of using up a day
How can I be sure I'm here?
The pills that I've been taking confuse me
I need to know that someone sees that
There's nothing left I simply am not here
Bipolar disorder can't deal with the boredom
You don't try to be liked
you don't mind
You feel no sun
Steal a gun
To kill time
You're somewhere
you're nowhere
you don't care
Catch the breeze
You still the leaves
So now where?
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