jueves, 29 de marzo de 2007

En verdes praderas nos hacen recostar


Creo que no le vendrá mal a este blog hablar de una película de estilo clásico toda vez que en breve nos pondremos a rajar como locos de 300, que creo que habría que denominar en algún sentido como postcine. Y por ello me ha venido como anillo al dedo ver la segunda película de DeNiro como director, The good shepherd (El buen pastor), que áun no se ha estrenado en España.

Sorprende desde luego que Bob se haya metido en un embolado semejante, habida cuenta que su ópera prima, Una historia del Bronx, era la antítesis de la que nos ocupa ahora. Ha pasado de trasladar a la pantalla un relato de iniciación mafiosa del habitual en las lides del hampa Chazz Palminteri (es incluso la voz de Fat Tony en Los Simpsons, el no va más) a meterse ni más ni menos que en los veinte años que duró la gestación de la CIA. Toma ya.

Para ello ha pillado un reparto de esos que sólo consigue reunir Woody Allen, Marty Scorsese o, últimamente, Christopher Nolan. Por la película se pasan Matt Damon, Angelina Jolie, William Hurt, el propio DeNiro, Michael Gambon, Joe Pesci, Timothy Hutton o Alec Baldwin (sí, ya, los Baldwin apestan, pero éste en particular ha enlazado dos buenos papeles en Infiltrados y en ésta misma, así que le salvo del genocidio familiar que ha de practicarse tarde o temprano). De manera que, como el que no quiere la cosa, de primeras, la cinta atrae. Volveremos después a los actores.

Lo que te acaba de llamar la atención son dos hechos de los que te das cuenta una vez entras en el film. El primero, que después de ser el actor que ha estado metido en la mayor cantidad de obras maestras de toda su generación, a DeNiro se le ha pegado un poco de aquellos directores con los que ha tratado. De todos y de alguno más (The good shepherd respira ese aire turbio y minucioso que emanaba el JFK de Stone). Pero del que más ha aprendido, sin duda, es del productor de la peli, Francis Ford Coppola.

Salvando las distancias y sabiendo que las comparaciones son odiosas y patatín patatán, el estilo empleado recuerda sin duda a El Padrino. Un tono pausado, contenido, con escasas escenas de emoción o violencia contenidas, y con un protagonista... que es un cabrón con pintas. Michael Corleone y Edward Wilson son sociópatas inofensivos, que intentan mantenerse como tales y llevar una vida tranquila al margen de una sociedad que odian, pero que, por causas externas a ellos, acaban ostentando una gran porción de poder. Son un coñazo de tíos, pero acojonan.

En esto influye también el segundo hecho que me quedaba por hablar: el guión de Eric Roth, un hombre que empieza a hacerse un nombre. A pesar de lo que diga Dafaka, su libreto de Munich me parece soberbio (sólo lo empaña esa espantosa escena final del orgasmo que, desde ya, atribuyo a Spielberg y su dificultad para acabar sus últimas obras como Dios manda) y está trabajando en el próximo proyecto de Fincher, The curious case of Benjamin Button. Roth ha escrito una película incómoda, agobiante, igual que Munich, en la que la espiral de asfixia no hace sino crecer y crecer, pero que no puedes dejar de ver a pesar de lo antipáticos que resultan todos los personajes.

Y volvemos a los actores. Con Damon me está pasando como con DiCaprio, que se está esforzando por que acabe gustándome. Lo consiguió en Infiltrados, me atrapó en la última de Bourne y en ésta creo que hace el papel de su vida, la antítesis de lo que exigiría el típico guaperas que se cree la gente que es. Y en cuanto a Angelina Jolie, he de decir que no había visto nunca ninguna película suya y que en ésta, aun siendo una elección de casting un tanto extraña, se esfuerza un huevo por construir un papel de mujer esforzada. Y acabo creyéndomela, la verdad. Y si tengo que ir hablando del resto de reparto uno por uno me canso y no quiero, pero están todos genial.

Total, que os la bajéis ya, leñe.

domingo, 25 de marzo de 2007

El guiriguay


Desde la última cuesta del camino


Mi perro


Bueno, no es mi perro. Pero algún día lo será. Lo juro.

El fantasma negro


Recién inaugurado el túnel de la M-30 y ya está poseído...

miércoles, 21 de marzo de 2007

Quesada's eleven


Ayer mantuvimos la enésima conversación comiquero-etílica y, al llegar a casa me entraron las ganas de hacer aquí una especie de guía de lectura de la Marvel actual, dado que, por primera vez en casi treinta años, ésta se muestra como un todo orgánico, en el que ningún hecho es considerado exclusivo de una colección y sí concerniente a todas. Y todo gracias a que se ha depositado el poder de decisión en los guionistas (no sé a ciencia cierta quién tendría la brillante idea de dárselo en los noventa a los dibujantes). Y qué guionistas:
1. Brian Michael Bendis: este doble de Kingpin en carne y hueso es el cerebro en la sombra (y no tanto en la sombra, la verdad) de todo esta maraña. Ya hablamos por aquí de él. Sólo cabe volver a decir que su tarea en Los Vengadores, The Pulse y Daredevil me parece muy, muy interesante y el germen de lo que es hoy Marvel. Y lleva camino de ser el tío que más números haya escrito del Hombre Araña con su Ultimate Spiderman.
2. Mark Millar: el segundo cabecilla de la rebelión. Maestro en las artes de miccionar en los mitos del género con particular mala baba y acierto. Sus insuperables números de The Authority los ha llevado a una serie de verdad con los Ultimates, acompañado por Bryan Hitch con el fin de dejarnos a todos con la boca abierta. Es el máximo, que no único, responsable de la inminente e importante Civil War, dibujada por el joven genio que es Steve McNiven. Nada desdeñables tampoco las cositas que va haciendo por aquí y por allá, como los primeros números de Ultimate X-Men y su saga de Lobezno. Es asimismo el autor de la mejor frase que ha pronunciado jamás el Capitán América y, lejos de Marvel, de Wanted, la micción suprema.
3. Grant Morrison: vini, vidi, vinci y se dio el piro. Como dice Ganzúas, derribó la catedral churrigueresca que eran los mutantes y sus consecuencias aún se ven con fuerza. Una vez que cumplió su trabajo, ayudado por el descomunal Quitely, se volvió a cambiar de acera para seguir profundizando en el género que él mismo creó: el cómic de superhéroe, metafísica y peyote. Y si no lo crees, ahí tienes We3, Seaguy, Seven soldiers of victory o El Asco. Por no hablar de Los Invisibles...
4. Warren Ellis: otro del que ya hemos hablado hace tiempo, cuya figura no hace más que ascender y ascender. Es el renovador del género de superhéroes como en los ochenta lo fueron Miller o Moore. Lo hizo con The Authority y Planetary, y ahora lo está volviendo a hacer con Nextwave (el cómic más cool del momento y con el humor más gamberro que he leído desde el Masacre de Joe Kelly). Su Iron Man, genial. Habrá que ver la que monta con su último invento, newuniversal, y con su versión de los Thunderbolts. Yo, mientras, seguiré esperando que a alguien se le ocurra de una vez consumar el intercambio de parejas de The Authority que iniciaron Hytch y Millar y junten de una vez por todas a Ellis y Quitely.
5. Josh Whedon: el creador de Buffy se lo ha montado bastante bien. Le han hecho una serie mutante nuevecita para él con los personajes más fashion y esa bestia de la naturaleza que es John Cassaday a los lápices. No se puede quejar. Sin todo eso habría que ver lo que hacía. Pero yo tampoco me puedo quejar, vamos. Y suya es la culpa de que Civil War acabe como acabe.
6. Garth Ennis: el guionista de la camaradería entre soldados está en plan descanso del guerrero, velando armas mientras se desahoga con el Punisher, una lectura muchísimo más recomendable de lo que todo el mundo dice por ahí. De vez en cuando hace otras cosillas (Ghost Rider), cosas (Born) o cosazas (Fury), todas ellas, como poco, muy divertidas. Que esté en Marvel un símbolo de Vertigo como él debe hacer muchísima pupa a la Distinguida Competencia. Y si encima vuelve a DC para escribir The Boys y a los seis números le dicen que se vaya a otro lado por lo burra que es, la verdad es que la cosa está muy malita.
7. J. M. Straczynski: es autor de la etapa más interesante de Spiderman desde, diría yo, los tiempos de Stern o DeMatteis, a pesar de esas cosas tan raritas que monta con la pobre Gwen Stacy. También anda manoseando ahora a los 4 Fantásticos. Deseo de verdad que haga lo mismo con Thor, que es mi personaje favorito y anda el angelito muy perdido desde los inolvidables números de Simonson. Y a ver si le echo el diente de una vez a su Escuadrón Supremo...
8. Peter Milligan: su irregularidad le hace parecer peor de lo que es, y sus X-Men actuales afean el recuerdo tan agradable que supone X-Statix, el paso intermedio entre The Authority y Nextwave. Para ver las cosas ricas que hace ahora, mejor seguirle la pista al Blanco Humano que escribe para DC.
9. Robert Kirkman: el tío que, después de hacer una serie de culto en blanco y negro (The living dead), tiene la idea del siglo: juntar superhéroes y zombies. Todos los frikis babean con algo así, pero a ninguno se le ocurre antes que a él, a pesar de lo fácil que es. Espíritu creativo adocenado en la sociedad posmoderna, me temo. Marvel zombies ha sido el bombazo en ventas inesperado de la temporada, por supuesto. Habrá que rezar para que también nos dejen ver por aquí su, por lo visto, entretenidísimo Marvel Team-up.
10. Paul Jenkins: el más grande guionista de historias pequeñas de la actualidad. Sus números autoconclusivos de Spiderman son preciosos; su Vigía, una locura; y, se dice, se comenta, su Civil War Frontline, mejor incluso que Civil War. Lástima que parezca que le tienen de chico para todo.
11. Ed Brubaker: el último en llegar, pero lleva pinta de ser en breve tan importante en Marvel como Bendis o Millar. Autor independiente reconvertido en prestigioso guionista de superhéroes, lo cierto es que debe ser un friki del tres. Conoce a todos los personajes a la perfección y hace que hasta el Capitán América sea apasionante. Sus X-Men prometen ser tan interesantes como lo que apuntan en Deadly Genesis, en Daredevil ha entrado sin miedo a pesar de la capital etapa de Bendis, y lo de Puño de Hierro y Criminal lo quiero tener ya, ya, ya. Y si no has leído su Sleeper me enfado.
Bueno, con esto de momento ya es suficiente.

Kerbala, 2004


Que noooo...

Fresnedilla de las Olivas, 2006. Pueblo de Madrid con más tasa de inmigración de toda la Comunidad.

lunes, 12 de marzo de 2007

Manifestaciones, banderas, terrorismos (y IV): Clase de matemáticas


Enfrentarte a una mirada así tiene el mismo resultado que una clase de matemáticas: te habla -sin palabras- de distancias espaciales (3 de largo por 2,5 de ancho), temporales (532 días) y de casos prácticos (en 3 pasos). Y, también como en una clase de matemáticas, sólo logras hacerte una vaga idea de lo que se te está enseñando. El único capaz de comprender lo que intenta explicar es el profesor. O, en este caso, José Antonio.

Manifestaciones, banderas, terrorismos (III): El más listo


900.000 personas. Algún que otro cretino habría, claro, entre tanta gente. Pero sólo uno se enorgullecía y hacía gala de ello. Helo aquí.

Manifestaciones, banderas, terrorismos (II): El más genial


Manifestaciones, banderas, terrorismos (I): España, campeona del Mundial de Fútbol


Por fin, los aficionados españoles pudieron echarse a las calles a celebrar la victoria de su selección del fútbol como tantas veces habían deseado de forma infructuosa. Miles de banderas ocuparon la plaza de Cibeles en Madrid como si de un título del Real Madrid -la segunda selección española, al fin y al cabo- se tratara. Y todo gracias a los goles de los recuperados para la causa Mendieta y Etxebarría, que fueron recordados en los cánticos de la alegre multitud con tonadillas como "Etxebe, Mendieta, ésos son vascos y no los de ETA".

Keep dreamin', my friend, me temo.

martes, 6 de marzo de 2007

Aquí huele a (crítico) viejo



Necios. Sobrados. Soberbios reyes de un trono de paja. Críticos de cine. Da igual.
Sí, amigos, hoy toca hablar de una de las partes más controvertidas del periodismo. El crítico. Pero como el tema es amplio y ya algunas voces pelín más audibles que la mía han puesto a parir a elementos concretos de este corpus (Pérez Reverte y De Prada y sus affairs con la crítica literaria son un verdadero clásico del marujeo cultureta contempóráneo, casi al nivel de otros como el pensamiento único de Babelia), yo voy a centrarme en lo que más me escuece ahora mismo: el crítico cinematográfico veterano y de prensa escrita, para más señas.
Por sus hechos les conoceréis. Años y años dedicados a la profesión, qué digo profesión, al muy noble arte de la crítica del séptimo arte (qué eufemismo más manido y asqueroso, dicho sea de paso), ojitos pequeños y entreabiertos, como cansados de tanto celuloide y vida, desarreglados pero con estilo, porque han tenido mucha experiencia y mucho turismo, y saben lo que se hacen y lo que dicen. Muchos de ellos (como todos los que rondan hoy los cincuenta o sesenta, por lo que se dice ahora, qué raro que la cosa durara sus cuarenta años) curtidos en las luchas por la libertad y contra el gris, hecho que, por lo que parece, te da automáticamente la oportunidad de convertirte en director de cine, actor, novelista, cantautor o, en su defecto, crítico de cine, que es el tema que tratamos, osea.
Estamos situados, pues. Años setenta. Cine de arte y ensayo de la Gran Vía o cineclub salchichero con olor a orín que echa para atrás en su defecto. En butacas salteadas, pares de ojitos menudos ven al Fassbinder o al Herzog de turno y deciden, cada uno por su lado, que tienen que dar a conocer al mundo las erecciones mentales que esas películas les despiertan cada semana. Hasta ahí bien. A todos nos ha pasado. Ímpetu juvenil atenuado por la era de la comunicación. Si hubiese sido en la Edad Media en ese momento habría nacido un cruzado. Pero no, en los cines de arte y ensayo no nacían cruzados, nacían críticos de cine.
Nada que objetar de momento. El problema viene ahora, mientras lees estas líneas. Lejos de ti y de mí, esos mismos críticos siguen realizando su trabajo, o al menos así lo hacen creer al mundo entero. Pero no es así. Hoy, estas personas han olvidado que su trabajo es estar atentos a cómo se mueve el mundo del que opinan, se encierran en sus antiguas sesiones de cine de auteur y se creen en el derecho de insultar (insultar, esa fundamental labor del periodista) a los que no opinan como él, o peor, a todos aquéllos a los que les gusta un determinado estilo de cine. Gritan horrorizados cuando se topan con un plano que dura menos de un segundo y medio, se arañan el cuello al encontrarse con una narración fragmentada... Les asquea todo aquello que huele a nuevo y lo tachan de "modernez" (qué triste) sin darse cuenta que si aquí huele a algo es a viejo y por culpa suya. Olvidan que nos importa tres huevos lo que les ha parecido la película a ellos como espectadores, que lo que queremos es que nos digan razones y sinrazones de la obra, que la contextualicen con el momento artístico que vivimos y que ellos, de acuerdo a todo esto, la juzguen. Creerán imposible que a alguien le pueda gustar Dreyer y Aronofski, o Ford y Shyamalan, los muy cortos. Y no estoy equiparando a nadie, que conste.
Eso sí, no se la cogen con papel de fumar a la hora de elevar a los altares a sus amiguitos a pesar de que su obra sea una basura. Hay muchos ejemplos de esto y todos los conocéis, pero vamos a recordar un par, para ilustrar el tema: Oti defendió y defenderá al pequeño Amenábar como el nuevo Hitchcock por muchos telefilms de sobremesa de Antena 3 con tetrapléjicos que le dé por rodar, porque le dejó hacer un tremendo (¿?) libro monográfico sobre su egregia e imberbe persona. O Boyero jamás dirá nada malo de Alatriste, ese pufo que hizo su amigo Tano, que tantos exámenes de periodismo hizo en lugar del aprendiz de crítico mientras éste se ponía hasta atrás en cualquier fiesta. Y encima, claro está, entre ellos existe una endogamia de la leche y todos se adoran y nadie les mueve de su poltrona porque son quienes son y su nombre vale mucho.
Decimos que no nos merecemos a nuestros políticos. Lo cierto es que si nos ponemos a pensar, no nos merecemos nada de lo que nos rodea. O nos lo merecemos todo. De momento, convendría abrir las ventanas, que aquí huele a viejo.

domingo, 4 de marzo de 2007

La invasión de los hombres quesito










Ya os lo he mandado a la mayoría de vosotros por mail, pero no puedo dejarlo ahí, me temo que hay que alertar a toda la población ante esta inminente y peligrosa invasión. Se comportan como nosotros pero son más redondos y pizpiretos, ¡horror!

Ante vosotros, el homoquesito, el quesito extraño-amigo-de-los-niños y el quesito borracho, los tipos más escalofriantes de hombres quesito que me he encontrado hasta ahora.


EDITO: Buceando por internet, presa del pánico, he encontrado la siguiente imagen. Creo que es hora de echar a correr.