
Hace unos diez años que me lo impuse. No volverás a Madrid nunca más, me dije. Aquella vez estuvimos tres días aquí, porque el siguiente concierto, que era en Lille, se había cancelado. Dijeron que el público no había respondido como se esperaba. Y créeme, en esos tres días tuve tiempo de familiarizarme con vuestra vida, sobre todo con vuestro ruido, vuestro sudor y vuestro maldito modo de ser. Digamos que a un negro de setenta años de la Loussiana profunda le cuesta familiarizarse con el -cómo te diría yo- ímpetu enfermizo que alcanzáis en cada una de vuestras relaciones; amistosas, amorosas, da igual. Sí, ímpetu enfermizo. Este hermano con el que hablas debe ser la excepción de todo el gremio jazzístico que cuente más de sesenta años. No creo que haya muchos negros nacidos en los treinta, que pertenezcan a una band y hayan leído Humillados y ofendidos. Les hablas de Dostoievski y creen que te refieres a una marca de vodka. Hay vida después de las pentatónicas, los redobles y el contrabajo, pero pocos de mis compas lo saben. Fíjate cómo será la cosa que los de mi band andan más cabreados que una mona porque estamos teloneando a Antony & the Johnsons. Dicen que después de esta gira lo dejamos y que el público que está viniendo a estos conciertos no tiene ni puta idea. Que prefieren oír a un cabaretero travestido antes que una banda hecha y rehecha desde años como la nuestra. ¿Te das cuenta? Cuarenta o cincuenta años tocando y todavía no se enteran de que las barreras del jazz son tan finas como el papel de arroz. Tocamos junto a un cabaretero travestido, es cierto, pero no quieren ver que Marcus Miller se parece cada vez a más a la maldita Britney Spears, que estamos rodeados por bands con sintetizadores, ni siquiera que Chick Corea se tiró años haciendo lo que hizo y lo que hace, ni que el puto Miles Davis hacía jazz, claro, pero también muchas otras cosas y nadie quiere recordarlo. ¿Qué es el jazz? Para mí, tres palabras. Onanismo musical exhibicionista. Si encuentras una definición mejor me retiro, palabra. Y el crío éste, Antony, lo hace, joder que si lo hace. ¿A qué hora tienes la entrevista con él? Sí, siempre suele hacer esperar a los periodistas. A pesar de su aire frágil, lo cierto es que tiene algo de divo. Es ése de ahí, el de la mesa en penumbra, aunque desde aquí no se vea te puedo decir lo que está comiendo. Pescado hervido y agua. Todos los días. Supongo que será otra de las cosas por las que sufre tanto. En ese cuerpo tembloroso hay mucho dolor, aunque tampoco se advierta desde aquí. Es algo que mis compas no aciertan a ver, pero ahí hay algo muy grande, amigo. Lo que hace con su voz no he visto hacerlo nunca con ningún instrumento. Es el onanismo musical exhibicionista más descarado y sincero que he escuchado jamás, aunque mis compas lo manden todo a la mierda por no entenderlo. Mira, te hace señales para que vayas. Yo te espero a que acabes, recuerda que la próxima ronda la pagas tú, chaval.
Antony & the Johnsons, cantante afligido, ha sacado dos discos en los que nos invita a compartir su dolor congénito. Ideal para noches en que vuelves jodido a casa pero con ganas de más. Cuidado. Es muy dañino. Pero también muy bueno.
5 comentarios:
"Onanismo musical exhibicionista". Sí, es algo como un ejercicio neobarroquista el jazz. Estuve el año pasado en un festival en Córdoba, y no veas si hay diferencia entre los españoles que "juegan" a tocar jazz y los viejos quebrantacuerdas de New Orleans (la nueva Atlántida). Era como si sus dedos estuvieran tocando siempre, como si las guitarras y las trompetas fuesen meros traductores del arte etéreo de esos cabrones, que sólo nos es transmitido a través de esos sonidos. Y parece fácil cuando te has criado con el culo metido en un pantano y bebiendo zumo de serpiente. El maldito Gershwin, por ejemplo, ya que hablamos de summertime.
Bebiendo zumo de serpiente, je. O de caimán si se tercia.
Una de las mejores cosas que puede hacerse en verano es volver a casa prontito después de tomarte unas cuantas copas y poner la2 para ver al Flanagan O´Bailey (descendiente de una tribu de la costa oeste africana y tomado en adopción por una familia de emigrantes irlandeses emprendedores en los años veinte, es un poner) de turno junto con el resto de su band tocando lo que le sale del alma sin tener ni puta idea de lo que es una corchea. Acojona ver cómo se mueven esos dedos que, en otras situaciones, habrías tomado como gordos gusanos atrofiados por la artrosis propia de la vejez.
Un ejemplo verdadero aunque manido: el puto BB King.
Si Kant y Hume hubieran escuchado a Thelonious Monk, se les habrían caído todos los esquemas.
Uh, uh, uh...Ayoze acaba de mentar al OSO. Pianista excepcional, merece la pena echar un ojo a la "crítica" que le dedicó Julio Cortázar dentro de su novelanoia La vuelta al día en 80 mundos.
Publicar un comentario