lunes, 3 de abril de 2006

El anciano Kaplan deseará haber sido el nihilista feliz


La artrosis, el entumecimiento, la soledad y el dolor le hacían recordar. Con la cabeza apoyada sobre la ventana del salón de casa, tapado con una manta que le quitaba ese frío que se había apoderado de su cuerpo años atrás, miraba el alto edificio de cemento que tenía frente a su casa. Hacía meses que no podía bajar a la calle porque las piernas le temblaban más de la cuenta cuando se ponía en pie. Pero, quejumbroso, quebradizo, el anciano Kaplan no recordaba su vida porque aún la tenía demasiado reciente y no le había parecido gran cosa excepto unos pocos momentos que aún le hacían reír. Lo que aquel Kaplan volvía a vivir era aquello que no había vivido per se, sino lo que vivió en su lugar el nihilista feliz, como le llamaba Vargas Llosa, lo que aquel hombre transmitió al resto del mundo.
Aquel viejo que dejaba ir de sus manos los días sin darse cuenta siempre pensó que había nacido en la fecha equivocada, que le había tocado en suerte una época aburrida, en la que todo estaba descubierto y en la que no podía sentir ningún tipo de emoción por la vida: no había misterio alguno por conocer al prójimo ni, menos aún, al propio individuo. Por eso envidiaba tanto el anciano Kaplan al nihilista feliz.
Cuando el nihilista feliz llegó a París huyendo de la Gran Depresión no tenía nada que perder ni que ganar, casi como el país que le acogía: las miles de muertes que la Gran Guerra había dejado en Francia supusieron una deriva social y vital para los supervivientes que casó de forma perfecta con el inconformismo patológico del nihilista feliz. Sólo en un caldo de cultivo semejante aquel hombre pudo permitirse vivir años a base de prometer la realización de una novela definitiva que nunca escribía. Aquel nihilista feliz había encontrado en la bohemia su víctima propiciatoria y mamaría de ella hasta que no quedara una sola gota. Es cierto que pasó hambre y penalidades varias, que los piojos y la sífilis no eran más que males menores, pero sobrevivió con las fuerzas suficientes para que su pensamiento no se doblegara. Tuvo los redaños suficientes para volver a Estados Unidos y seguir malviviendo a base de trabajar en la oficina de correos, pegar sablazos a sus sufridos íntimos, follarse a todo lo que se moviera, joder al cabrón conocido y ayudar por todos los medios a su alcance al indefenso desconocido. El nihilista feliz odiaba y desconfiaba de todo el mundo, pero también amó más que nadie ese regalo que era su misma existencia. Se rebeló contra la rebelión y supo ser consecuente con lo que implicaba esa palabra en cada momento, incluso cuando, ya anciano, echaba a patadas de su granja de Pacific Palisades a los hippies que acudían allí creyendo que su dueño seguía practicando el amor libre.
Lo único que reconfortaba al viejo Kaplan es que el nihilista feliz también pensaba que había nacido en una época equivocada: su sueño era haber nacido en la Edad de Piedra, en la que el hombre era el único dueño de sí mismo y su propiedad y que haría cuanto estuviera en sus manos por que siguiera siendo así. “¿Cómo llamarían ahora a esa actitud: fascismo o anarquismo?”, se preguntó Kaplan. “Qué coño importa”, dijo entre toses moribundas a su reflejo en la ventana.

Henry Miller, el nihilista feliz, es autor de Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio, entre otras. De la primera es la siguiente cita: “He encontrado a Dios, pero no basta. Sólo estoy muerto espiritualmente. Físicamente, estoy vivo. Moralmente, soy libre. El mundo que he abandonado es una casa de fieras. Amanece sobre un mundo nuevo, una jungla por la que vagan espíritus flacos y de garras aguzadas. Si soy una hiena, soy una hiena flaca y hambrienta: salgo de caza para engordar”. Como para que no sea mi ídolo…

10 comentarios:

GANZUAS dijo...

Como filósofo de sobremesa(especializado en Lógica) he de masticar en mi cerebro este post, antes de hacer aseveraciones que no sean producto tardío, o secuela, de un buen viaje.

Antonio dijo...

Miller explora en el terreno favorito de los grandes escritores del siglo XX (Hesse, Mann): la angustia entre el aprisionamiento cultural burgués y el alma libre del artista.
Yo soy más de Arthur, pero me informaré acerca de Henry tras tu post. Lo has conseguido

Mr. Kaplan dijo...
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Mr. Kaplan dijo...

Para Miller, como para Balzac, la mejor novela, la más pura y con más futuro, era la que tenía al propio autor y sus pensamientos como protagonistas. El resto era engañar al lector, una literatura inútil y que no aporta nada, que no evoluciona respecto a lo que se hacía desde meses atrás.
Y luego está lo que opinaban de él: el racista misógino hijo de puta que sólo vivía por y para su egoísmo. Gente con ganas de quedarse en la primera impresión, los demagogos de siempre...

GANZUAS dijo...

Parece que la gente tiene miedo de los nihilistas cuando todo el mundo sabe que sin ellos(sin nosotros) todo se tornaría mucho más complicado oiga.

Mr. Kaplan dijo...

Los nihilistas son los nuevos satanases, por lo que parece, quizás porque plantearte que no hay nada válido es muy malo. Pues vale. Llaman nihilistas a los terroristas, cáguese usted.

Pablo dijo...

EL nihilismo no es el camino. El nihilismo es una cobardía. Hay que creer en algo, aunque sea en que todo es una mierda.

Mr. Kaplan dijo...

Yo más bien diría que es creer sólo en ti y en tu fuerza, porque es en lo único en el que al final puedes confiar. Y eso no me parece que se relacione con la cobardía, en todo caso con la que los demás puedan sentir hacia ti.
En cuanto a lo de identificar al terrorista con el nihilista, surge en un ensayo de Andre Glucksmann titulado Dostoievski en Manhattan, pero no me parece más que una -digamos- figura retórica original y novedosa pero en absoluto cierta al cien por cien.
A un nihilista se la soplaría Mahoma o la patria vasca, por poner dos ejemplos.

Anónimo dijo...

"Soy el nuevo gérmen de un tipo de locura" que gran razón lleva el señor Miller. Para ser nihilista lo que hace falta es tenerlos cuadrados, por ni siquiera cree en sí mismo y quien tiene valor para no creer en sí mismo y seguir vivo?

Mr. Kaplan dijo...

Él los tuvo lo suficientemente cuadrados para vivir de sus miserias. Por eso es mi ídolo, nene, pero tampoco pienso que no crea en sí mismo, ein?